Permeabilidad emocional

“No temas a las presiones. Recuerda que la presión es lo que hace
a un pedazo de carbón convertirse en un diamante”
Anónimo.​

Se podría enumerar una larga y a buen seguro certera lista de razones por las que el Barça-Madrid suscita tanta intensidad. De todas ellas, me quedo con una: la presión.
Soy de las que piensa que hay que aceptarla, cederle el paso para conocerla, observarnos junto a ella y aprender a reconocernos con sus interacciones y el feedback que nos genera. ¿Por qué negarla? Hacerse los despistados no va a hacer que desaparezca, como tampoco aceptarla hace que sea lo único y lo más hasta el punto que asfixie.
Se trata de dar un paso más allá: ¿hasta dónde bloquea la intencionalidad de un jugador?
Partiendo de este titular, pensemos cómo puede interferir, sin llegar a ser patológica, en la permeabilidad emocional de una persona que está realizando su trabajo en las condiciones como las de un partido como al que nos estamos refiriendo.
Observamos que hay situaciones en las que determinados jugadores interactúan muy negativamente ante la presión: rumiando, tapándose los oídos, sacándole brillo al escudo de la camiseta… en fin, un repertorio nada despreciable de gestos que desde el punto de vista psicológico en el contexto completo no debemos despreciar. Hay jugadores con más papeletas que otros para reaccionar así, es más que evidente. Aunque es cierto que la condición humana es una caja de sorpresas, también creo que hay un altísimo grado de irresponsabilidad ante ciertas reacciones que muchas veces quedan justificadas al amparo de la presión. ¿Creen que en otras profesiones justificaría la presión tomar decisiones equivocadas? Hablamos de ser resolutivos, eficientes, y las aristas de nuestra personalidad no deben ser un obstáculo. Tendencia, sí; mediatización, no. Se espera autenticidad y compromiso, pero el jugador debe saltar al terreno de juego con una mochila que no puede ser un obstáculo, y para ello, la tendencia debe ser trabajada a través del propio juego.
Un partido como el referido es en sí mismo un plus de motivación y de presión, y una de las claves para afrontar de forma eficaz dicha cuestión reside en cómo se reconoce habitualmente el jugador en el campo. ¿Entrena aprendiendo a reconocer su instinto puesto en consonancia con las necesidades del equipo? ¿Entrena leyendo intencionalidad? ¿En qué se basa su aprendizaje? Los entrenamientos son remansos de silencio comparados con el atronador efecto de un campo enorme en un partido de máxima rivalidad. Nuestro cerebro acomoda y adapta ese estruendo efecto sonoro; pura física y química, pero también debe acomodar las emociones que acompañan y dicha acomodación puede encontrar un oasis en el hilo que nunca debe dejar de ser conductor entre la actitud de cómo se entrena y cómo se compite. Los entrenamientos no deben producir sordera emocional, todo lo contrario. Como habitualmente expreso, las emociones juegan ¡y mucho! Somos únicos por cómo trabajamos y, a veces, los mejores son mejores aún porque ganan a los otros mejores, pero eso ocurre a dos, a lo sumo tres equipos. El resto es la mayoría, y el resto tiene sus particulares competiciones dentro de la competición. Hay técnicos que invierten muchas horas de trabajo en observar el hilo conductor del que hablábamos: el modelo de juego como la forma genuina de desordenar para crecer, para moverte o hacer mover a quien te interese, en definitiva, para ser más inteligente que tu rival. Y en esa inteligencia se incluye el manejo de la presión, de ahí que considere simplemente absurdo negarla. Puedes usarla para ser más eficaz en tanto en cuanto reconozcas tu intencionalidad.
* Rosa Mª Coba Sánchez es licenciada en Psicología. Coautora junto con Fran Cervera Villena del libro “El Jugador es lo Importante: la complejidad del ser hunano como verdadera base del juego”.

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