Permítanme que empiece poniendo sobre la mesa una afirmación que por obvia puede parecer ridícula: los jugadores de fútbol son personas. Ya les advertí. Es una aparente memez, pero en mi opinión solo aparente. Y resulta que con la complejidad de la apariencia nos manejamos, vivimos y en demasiadas ocasiones, la misma constituye columnas, bases que condicionan nuestras cogniciones y nuestro comportamiento. Muchas veces se utiliza de forma partidista, en otras se estira tanto y tanto que llegamos a configurar férreos filtros que adormecen la inteligencia; sí, inteligencia. Personas, inteligencia, fútbol… ¿No les parecen términos poco acostumbrados a cohabitar en el rectángulo de juego? Pienso que no tienen por qué serlo. De hecho, no lo son. Sobre todo bajo el prisma del observador que se implica en ver más allá de lo aparente, ya que detrás de lo aparente está lo esencial. Si no dejamos que los focos de lo efímero nos deslumbren, tenemos la portentosa posibilida...